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Sigrid Nunez, Los vulnerables

  1 La novela se desarrolla en Manhattan, Nueva York, durante el confinamiento que vivió gran parte del mundo durante la pandemia de coronavirus. Un papagayo queda solo en un departamento, luego de que su dueña no puede regresar porque ha quedado atrapada en una ciudad lejana. La dueña le pide a una amiga que consiga a alguien que viva cerca y que pueda desplazarse a pie hasta donde se encuentra el animal para cuidarlo. Quien se encarga del cuidado del papagayo es la narradora de esta historia, quien resulta ser una escritora. Una trama urdida de tal forma que ofrece la oportunidad de reflexionar sobre los más variados temas.   2 Al ser la narradora de esta novela una escritora, las citas y referencias a otros autores se integran natural y armoniosamente en la historia . La narración se inicia con una frase del libro Los años, de Virginia Woolf: “Era una primavera vacilante”. Y luego desfilan Dickens, en Casa desolada ; Paul Auster y J.M. Coetzee, en un libro de conv...

Juan Cristóbal Peña, Letras torcidas

  Yo tendría unos diez años. Estaba sentada sobre la cama en el dormitorio de mis padres, la lamparilla sobre el velador estaba encendida y emitía una débil luz amarilla, supongo que debía ser de noche. De pronto, desde el otro lado de la pared, comencé a escuchar una melodía que me hacía sentir profundamente desamparada. La melodía era preciosa, pero triste; me recordaba, a su vez, la dramatización de algún cuento infantil que la llevaba de fondo, y que yo había visto en la televisión. ¿La Caperucita Roja?, ¿Hansel y Gretel?, ¿otro? Tal vez en la dramatización había un bosque oscuro, y una niña, o unos niños, que caminaban solos y confiados, sin sospechar los peligros a los que se hallaban expuestos. La melodía era muy simple, y en mi recuerdo era ejecutada por una guitarra o algún instrumento de cuerda antiguo. Barroco, tal vez. Quizás el cuento estaba ambientado en el Renacimiento. Creo que esa fue la primera vez que tuve conciencia de un estado que hoy en día puedo nombrar co...

Han Kang, La vegetariana

Planto el momento en que se inició la locura de Yeonghye el día en que su padre mató, de la manera más salvaje imaginable, al perro que la mordió cuando ella tenía nueve años, y luego al ritual en que tuvo que comerse la carne del animal para que, según sus mayores, se le curara la herida. ¿Habrá alguien que no quede dañado psíquicamente luego de presenciar un hecho tan violento como el descrito en estas páginas? Pienso que el daño habría sido aminorado si no hubiese quedado guardado echando raíces en su interior, abonado con el desprecio e incomprensión de las personas que se supone deberían haberla querido.    Me pregunto si se podría haber evitado la locura, mantenerla a raya, al menos, si en su vida, ese padre autoritario no hubiese querido imponer siempre su voluntad, si esa madre sumisa hubiese tratado de comprender el fondo de su rebeldía, si su marido la hubiese querido como algo más que su sirvienta. Si cualquiera de ellos, su familia, la hubiese mirado más a ella...

Texto inicio temporada 2025

  Hoy quisiera celebrar por adelantado que en septiembre se cumplirán 18 años desde que llegué a este lugar. Un lugar que —hay que decirlo—, pese a la paradoja, no es solo un espacio físico, sino algo que va más allá de la materialidad palpable; un lugar que, dondequiera que se asienta, se afirma y se despliega. Cuando hace dieciocho años vine hasta acá, no era mi objetivo leer libros, yo vine porque quería aprender a escribir. No tenía en mente convertirme en novelista, cuentista o ensayista. Yo solo quería traducir en palabras lo que sentía y pensaba. Hoy siento que lo he logrado. He cumplido un sueño. E incluso, más que un sueño. En la mañana –después de una noche tranquila y de un sueño triste—fui a mi escritorio y tomé un libro. Se abrió solo, donde había un marcapáginas. Era un hermoso texto de Sandra Lorenzano, donde expone alguna de las razones, y sin razones, del acto de escribir. Me gustaría que lo conocieran, o que volvieran a escucharlo quienes ya lo conocen....

Jorge Teillier, Cuando todos se vayan

  Cuando en alguna parte del mundo algún botánico descubre una nueva especie, una buena opción es publicar su hallazgo en Phyto Keys , una revista especializada en taxonomía, filogenia, biogeografía y evolución de plantas. En el número 237 de enero de este año, apareció publicada una nueva especie que crece únicamente en Chile, Haplopappus teillieri . Los ejemplares que sirvieron para este descubrimiento crecen en cuatro poblaciones en las zonas altas de la cordillera a la altura de Putaendo, en los valles de los ríos Choapa, Petorca, Rocín y Aconcagua.   El género Haplopappus y el género de los girasoles se agrupan en la misma familia. O sea, que la planta descubierta se parece un poco a los girasoles, y a las margaritas, y a las flores de los cardos, que yo a veces les he enviado por WhatsApp. El epíteto teillieri (en Haplopappus teillieri ) se le puso en honor a un botánico chileno. Los descubridores de la nueva especie escribieron: "Le hemos dedicado esta especie a ...

La mejor voluntad, de Jane Smiley

  En una finca a las afueras de Moreton, Pensilvania, Bob y Liz Miller han construido una feliz familia junto a su pequeño hijo Tom. Lo han hecho con esfuerzo y tenacidad, logrando en muchos aspectos ser autosuficientes. Cultivan sus propias hortalizas, y han plantado los árboles frutales que los abastecen invierno y verano. También crían a los animales que luego los proveerán de carne para comer y vender: carneros y pavos. Cardan su propia lana para abrigarse y construyen sus propios muebles. No tienen electricidad, ni teléfonos, y el pequeño Tom no ve programas en la televisión. Tampoco tienen automóvil y cuando requieren algo del pueblo van caminando, en bicicleta o, si es invierno, sobre skyes. Mucha de la ropa la obtienen en las tiendas de beneficencia o practican el trueque. Quieren, entre otras cosas, que el dinero no sea central en sus vidas. No es una vida cómoda pero a cambio, se sienten satisfechos, sobre todo Bob: “Cuando contemplo la habitación de mi hijo, mi satisfacc...

Cuentos completos, de James Salter

1 Cuentos que causan desaliento. Al menos, en una mujer como yo. Tal vez porque parecen tan posibles en la realidad. Hombres que no pueden evitar ir de caza cuando ven cerca un bello ejemplar femenino. Mujeres coquetas, que ocupan sus instintos para atraer al cazador.     Hombres, que a pesar de la edad, resultan deseables. Infidelidades. Infidelidad mezclada con un cuasi homicidio. La soledad como última parada de la mujer que envejece.   ¿Suficiente? Los cuentos son extraordinarios, aunque solo alcancé a leer 10 de los 22, y no sé si una mano mágica me hizo elegir justo los cuentos que trataban las desesperanzadoras relaciones entre hombres y mujeres, o la mayoría de sus cuentos son así. Leerlos me produjo profunda tristeza, seguramente porque no veo aquí ningún encuentro entre seres humanos, y sí, desencuentros de individualidades incomunicadas. Veo muchas horas de placer que producen muy poca alegría.   2 Para no hablar tan en gene...

Un puñado de cerezas, de Francisco Mouat

  1 Antes de que “un puñado de cerezas” se convirtiera en el título de un libro, esta es la imagen que hubiese venido a mi mente al evocar esa frase: alguien me ofrece, con sus dos manos formando un cuenco, un puñado de cerezas, rojas, rojísimas, jugosas y dulces. No pienso en que pudieran estar ácidas o amargas, o en que pudieran tener trazas de pesticidas; pienso en que quien las colectó lo hizo con sus propias manos, desde su propio árbol, a su propio cuidado. Entonces, tomo una con mi mano, me la llevo a la boca y me la como, luego tomo otra, y también me la como, y cuando ya estoy satisfecha de tantas que he comido, me limpio con el dorso de mi mano el resto de jugo que ha quedado alrededor de mi boca. En la imagen que me hago puedo ser una niña o puedo ser la niña que aún vive dentro de la mujer en la que me he convertido. Pero cuando me entero de que el título del libro es parte de un verso que proviene de un poema de Jorge Teillier que se llama Estas palabras , el "puñado ...

La luz difícil, de Tomás González

  En 1999, David estaba trabajando en una pintura marina. Vivía en Nueva York con su esposa, Sara, y sus tres jóvenes hijos: Jacobo, Pablo y Arturo. Por fin se dedicaba a su pasión, recorría los parques y las playas buscando temas para sus paisajes. Le atraían los objetos oxidados y cubiertos de algas, en la arena; fabricados por los hombres y después abandonados, donde él veía reflejado ese abismo que es el paso del tiempo. Ya había pintado la espuma que brotaba al moverse las aspas del motor de una embarcación. La luz se reflejaba muy bien en las burbujas grandes y pequeñas, pero ahora debía esmerarse en el agua. Pensaba que le había quedado superficial, falsa, y él quería que la luz reflejara la profundidad abisal de ese sector, una profundidad que tal vez también mostrara el vértigo que cualquiera siente ante la muerte. Consciente o inconscientemente, el lienzo se iba impregnando de los momentos duros que pasaban él y su familia, ya que fue el tiempo en que debieron afrontar la...

La paciencia del agua sobre cada piedra, de Alejandra Kamiya

  El título de este libro, La paciencia del agua sobre cada piedra , viene de un párrafo del cuento Los ensayos , donde la mujer protagonista está cuidando a su madre, una persona mayor, enferma y de temperamento difícil. De repente siente que necesita ayuda, entonces pide un recuerdo que la sostenga. El recuerdo es el siguiente: "Yo camino por el río con el agua por las rodillas, por los muslos. En el lecho hay piedras. Me subo a una gran roca, una especie de isla. Mi hijo juega en la orilla. La luz se mueve en el agua, entre las plantas, en su cara. La luz tiembla en gajitos sobre el agua. Hay bondad en cada cosa y puedo verla. El agua está fría y acaricia las piedras tanto que a todas las ha redondeado. Piedras que seguramente se desprendieron siendo filosas de las laderas de las sierras, triángulos llenos de bordes como cuchillos, puntas. Y la paciencia del agua fue una forma de amor hacia cada piedra". Desgastar los bordes filosos hasta volverlos suave es trabajo del t...