Han Kang, La vegetariana

Planto el momento en que se inició la locura de Yeonghye el día en que su padre mató, de la manera más salvaje imaginable, al perro que la mordió cuando ella tenía nueve años, y luego al ritual en que tuvo que comerse la carne del animal para que, según sus mayores, se le curara la herida. ¿Habrá alguien que no quede dañado psíquicamente luego de presenciar un hecho tan violento como el descrito en estas páginas?

Pienso que el daño habría sido aminorado si no hubiese quedado guardado echando raíces en su interior, abonado con el desprecio e incomprensión de las personas que se supone deberían haberla querido.   

Me pregunto si se podría haber evitado la locura, mantenerla a raya, al menos, si en su vida, ese padre autoritario no hubiese querido imponer siempre su voluntad, si esa madre sumisa hubiese tratado de comprender el fondo de su rebeldía, si su marido la hubiese querido como algo más que su sirvienta. Si cualquiera de ellos, su familia, la hubiese mirado más a ella que a sí mismos. Si hubiese habido para ella más cariño, más ternura, más amor.

Me pregunto cómo debería uno actuar ante la violencia. Cuál será su antídoto.   

 

La semana pasada estaba yo releyendo algunos pasajes de este libro, tratando de encontrar pistas que me ayudaran a entender cómo la violencia estructural va minando el equilibrio mental de Yeonghye, cuando me distraje con una publicación en Instagram. Era de Irene Vallejo, quien había subido la imagen de un libro de tapa amarilla, publicado por Libros del Asteroide, que llevaba por título Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado, junto a un texto que comparto a continuación:

 "He vuelto a este libro al saber que lo han retirado —purgado— de la Biblioteca de la Escuela de la Marina de Estados Unidos, junto con otros 400 títulos, mientras mantienen en préstamo la obra de Hitler. ¿Qué contiene este libro para que los censores del Departamento de la Armada lo consideren más peligroso que Mein Kampf?"

 La filóloga y autora de El infinito en un junco continúa así:

 "Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado es el primer volumen de las memorias de la escritora, actriz y directora de revistas Maya Angelou. Relata su infancia en una época de segregación total, cuando los blancos y los negros habitaban zonas distintas del Arkansas rural, y no se conocían ni podían convivir. Una época en la que el Ku Klux Klan mataba constantemente, por diversión. Maya ve la injusticia por todas partes. Ella es rebelde, entusiasta e inteligente y claro, se siente un bicho raro. Cuenta con vitalidad, humor y frescura su infancia dura, los primeros pasos de un camino tortuoso hasta convertirse en una poeta mundialmente reconocida”.

 Vallejo continúa:

 “Toni Morrison escribió que Angelou abrió el camino de la escritura a las mujeres afroamericanas. Publicada en 1969, esta autobiografía es un clásico universal. Si alguien andaba buscando una lectura prohibida y peligrosa, este es su libro”.

 Luego, Irene Vallejo selecciona un párrafo de Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado, expresándonos de manera irónica que es una muestra de las palabras que amenazaban con pervertir a los cadetes navales:

 ““Durante aquellos años pasados en Stamps, conocí a William Shakespeare y me enamoré de él. Fue mi primer amor blanco. Aunque disfrutaba con Kipling, Poe, Butler y Thackeray, y los respetaba, reservaba para él mi joven y leal pasión. En cuanto a que fuera blanco, me tranquilizaba diciéndome que, al fin y al cabo, llevaba tanto tiempo muerto que ya no podía importar a nadie.""

 Unos días después, Irene Vallejo subió a Instagram un video en donde la propia Maya Angelou aparece recitando su poema “Still I rise”, “A pesar de todo me levanto”. El poema, traducido al español por L. di Verso, sería el que transcribo a continuación, aunque si ustedes pudieran escucharla directamente a ella sería fantástico, el poema dice así:

 

Puedes escribirme en la historia

con tus amargas, torcidas mentiras,

puedes arrojarme al fango

y aún así, como el polvo, yo me levanto.

 

¿Mi descaro te molesta?

¿Por qué estás ahí quieto, apesadumbrado?

Porque camino como si fuera dueña de pozos petroleros,

bombeando en la sala de mi casa.

 

Como lunas y como soles,

con la certeza de las mareas,

como las esperanzas brincando alto.

Así, yo me levanto.

 

¿Me quieres ver destrozada?

¿Con la cabeza agachada y los ojos bajos.

los hombros caídos como lágrimas,

debilitados por mi llanto desconsolado?

 

¿Mi arrogancia te ofende?

No te tomes tan a pecho

que yo ría como si tuviera minas de oro,

excavándose en el mismo patio de mi casa.

 

Puedes dispararme con tus palabras,

puedes herirme con tus ojos,

puedes matarme con tu odio,

y aún así, como el aire, yo me levanto.

 

¿Mi sensualidad te molesta?

¿Surge como una sorpresa

que yo baile como si tuviera diamantes

ahí, donde se encuentran mis muslos?

 

De las barracas de la vergüenza de la historia,

yo me levanto.

Desde el pasado enraizado en dolor,

yo me levanto.

Soy un océano negro, amplio e inquieto,

Manando y extendiéndose sobre la marea.

 

Dejando atrás noches de temor y de terror

me levanto,

a un amanecer maravillosamente claro,

me levanto,

brindando los regalos legados por mis ancestros.

Yo soy el sueño y la esperanza del esclavo.

Me levanto.

Me levanto.

Me levanto.

 

Maya Angelou murió hace casi once años, en Carolina del Norte Estados Unidos.

 Escuché estos versos el martes pasado mientras releía párrafos de La vegetariana y vi en ambas historias un hilo conductor. Dos diferentes maneras de responder a una, tal vez, misma violencia. Una que se levanta arrogante e impetuosa, la de Maya Angelou, y otra igual de rebelde, pero a la que le cuesta el cuerpo y el alma, la de Yeonghye.

 Me pregunto qué forma habría adoptado yo cuando había vivido menos y era frágil como un gorrión. Me pregunto cuál adoptaría hoy. 



La vegetariana

 Autor: Han Kang

Traducción del coreano: Sunme Yoon

Editorial: Randon House

167 páginas.


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