Han Kang, La vegetariana
Planto el momento en que se inició la locura
de Yeonghye el día en que su padre mató, de la manera más salvaje imaginable,
al perro que la mordió cuando ella tenía nueve años, y luego al ritual en que
tuvo que comerse la carne del animal para que, según sus mayores, se le curara
la herida. ¿Habrá alguien que no quede dañado psíquicamente luego de presenciar
un hecho tan violento como el descrito en estas páginas?
Pienso que el daño habría sido aminorado si
no hubiese quedado guardado echando raíces en su interior, abonado con el
desprecio e incomprensión de las personas que se supone deberían haberla
querido.
Me pregunto si se podría haber evitado la
locura, mantenerla a raya, al menos, si en su vida, ese padre autoritario no
hubiese querido imponer siempre su voluntad, si esa madre sumisa hubiese
tratado de comprender el fondo de su rebeldía, si su marido la hubiese querido
como algo más que su sirvienta. Si cualquiera de ellos, su familia, la hubiese
mirado más a ella que a sí mismos. Si hubiese habido para ella más cariño, más
ternura, más amor.
Me pregunto cómo debería uno actuar ante la
violencia. Cuál será su antídoto.
La semana pasada estaba yo releyendo algunos
pasajes de este libro, tratando de encontrar pistas que me ayudaran a entender
cómo la violencia estructural va minando el equilibrio mental de Yeonghye,
cuando me distraje con una publicación en Instagram. Era de Irene Vallejo,
quien había subido la imagen de un libro de tapa amarilla, publicado por Libros
del Asteroide, que llevaba por título Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado, junto a un texto que comparto a continuación:
Puedes
escribirme en la historia
con tus
amargas, torcidas mentiras,
puedes
arrojarme al fango
y aún así,
como el polvo, yo me levanto.
¿Mi
descaro te molesta?
¿Por qué
estás ahí quieto, apesadumbrado?
Porque
camino como si fuera dueña de pozos petroleros,
bombeando
en la sala de mi casa.
Como lunas
y como soles,
con la
certeza de las mareas,
como las
esperanzas brincando alto.
Así, yo me
levanto.
¿Me
quieres ver destrozada?
¿Con la
cabeza agachada y los ojos bajos.
los
hombros caídos como lágrimas,
debilitados
por mi llanto desconsolado?
¿Mi
arrogancia te ofende?
No te
tomes tan a pecho
que yo ría
como si tuviera minas de oro,
excavándose
en el mismo patio de mi casa.
Puedes
dispararme con tus palabras,
puedes
herirme con tus ojos,
puedes
matarme con tu odio,
y aún así,
como el aire, yo me levanto.
¿Mi
sensualidad te molesta?
¿Surge
como una sorpresa
que yo
baile como si tuviera diamantes
ahí, donde
se encuentran mis muslos?
De las
barracas de la vergüenza de la historia,
yo me
levanto.
Desde el
pasado enraizado en dolor,
yo me
levanto.
Soy un
océano negro, amplio e inquieto,
Manando y
extendiéndose sobre la marea.
Dejando
atrás noches de temor y de terror
me
levanto,
a un
amanecer maravillosamente claro,
me
levanto,
brindando
los regalos legados por mis ancestros.
Yo soy el
sueño y la esperanza del esclavo.
Me
levanto.
Me
levanto.
Me
levanto.
Maya Angelou murió hace casi once años, en
Carolina del Norte Estados Unidos.
La
vegetariana
Traducción del coreano: Sunme Yoon
Editorial: Randon House
167 páginas.