Cuál es tu tormento, Sigrid Nunez
“La plenitud del amor al prójimo
estriba simplemente en ser capaz de preguntar: ¿Cuál es tu tormento?” Con esta
cita atribuida a Simone Weil, Sigrid Nunez abre la primera parte de esta
novela. Y lo que se nos ofrece enseguida es el acto que sigue a la formulación
de la pregunta: Ya que sé cuál es tu tormento, ¿qué puedo hacer para ayudarte? En
esta novela, la ayuda que se puede brindar es el acompañamiento.
La narradora de esta historia
tiene una amiga a la que le han detectado un cáncer en etapa terminal y la
amiga le pide que la acompañe en sus últimos días, ella, la narradora, accede.
En un principio su amiga resuelve
con propiedad los asuntos cotidianos que se le presentan, pero poco a poco el
deterioro le va impidiendo realizar hasta las labores más simples.
En una de las últimas escenas, la
narradora está sentada en un banco del parque en frente del edificio donde viven;
junto a ella, están las bolsas de la compra, los huevos, el pan, el salmón, los
helados. Se sienta habitualmente en este lugar antes de entrar al departamento
que comparten. Llora un poco, nunca pensó que algo así le iba a ocurrir. Esa
cercanía que se generó entre las dos. Le seguirá leyendo, conversarán, si es
que a su amiga le apetece, reirán, irá de compras por ella y para ella, cocinará,
aunque su amiga come cada vez menos, y la acompañará hasta que llegue el final.
Este libro trata sobre una de
las tantas formas en que se manifiesta el amor. Amar es un verbo, es decir, es
una acción. Amar es dar. Darse. Dar de tu tiempo a otro que lo necesita.
A petición de la trabajadora social del hospital donde se atendía la
amiga, un día accede a responder un cuestionario acerca de cómo era ser una
enferma terminal.
Le preguntan:
—¿Cuál piensas es
el sentido de tu vida?
Y la respuesta de la amiga
es:
—Que se detiene
Que se detiene. No estoy segura de comprender esta idea.
Ya que hagamos lo que hagamos el destino final de nuestra vida física es
la muerte, posiblemente el sentido de nuestra vida no esté en el final sino en
el camino hacia ese final. Decía mi profesor de filosofía: el sentido tiene que ver con aquello que
alienta la vida. El sentido de la vida está en vivir una vida con sentido. Una
vida con sentido se logra haciendo con la vida cosas que tengan sentido. Pero
¿qué es aquello que tiene sentido? A la hora de vivir la vida no todo vale lo mismo, hay ciertas cosas que
nos hacen bien, nos elevan y hay otras que nos hacen mal, nos rebajan (unas nos
aportan, nos enriquecen y otras nos empobrecen).
A Elizabeth Costello no le es fácil
hacer esta declaración. Comienza excusándose en que ella es escritora y que su
profesión le impide tener creencias. “Soy escritora, vendo ficciones —dice—. Solamente mantengo creencias de forma provisional: las creencias
fijas serían un obstáculo para mí. Cambio de creencias igual que cambio de
habitación o de ropa, de acuerdo con mis necesidades. Por esta razón
(profesional, vocacional) solicito quedar exenta de una norma que oigo por
primera vez, a saber: todo solicitante ante la puerta debe afirmar una o más
creencias."
Su solicitud es rechazada y le entregan
otra hoja.
—Escriba en qué cree— le exige el guardia.
Para no fallar una segunda vez
se pone a reflexionar seriamente ensayando varias posibles respuestas: “creo en
el irreprimible espíritu humano”, “creo que existo”.
Hasta que una mujer, otra posible
solicitante, le dice: “Puede que le digan a usted que exigen creencias, pero en
la práctica se contentan con pasiones. Muéstreles una pasión y la dejarán
entrar."
Entonces, en una nueva
audiencia, Elizabeth Costello da un paso adelante ante los jueces y hace una
nueva declaración:
“—Lo
que creo —dice con voz firme, como una niña haciendo
un recitado— es que nací en la ciudad de Melbourne, pero
pasé parte de mi infancia en la Victoria rural, en una región de extremos
climáticos: de sequías abrazadoras seguidas de lluvias torrenciales que
llenaban los ríos de cadáveres de animales ahogados. Así es como lo recuerdo,
en cualquier caso. Cuando bajaban las aguas (y ahora me refiero a las aguas de
un río en concreto, del Dulgannon) quedaban atrás acres enteros de barro. De
noche se oía el bramido de decenas de miles de ranas regocijándose en la
generosidad del cielo. El aire estaba tan lleno de sus gritos como lo estaba a
mediodía con el canto de las cigarras. ¿De dónde llegaban de repente aquellos
millares de ranas? La respuesta es que siempre están ahí. En la estación seca
se meten bajo la tierra, excavan y excavan para alejarse del calor del sol
hasta que cada una de ellas ha creado una tumba individual. Y en esas tumbas
mueren, por decirlo de algún modo. Los latidos de sus corazones se ralentizan,
su respiración se detiene y adoptan el color del barro. Las noches vuelven a
ser silenciosas. Y siguen así hasta que llegan las siguientes lluvias, que
repican, por decirlo de algún modo, sobre los miles de tapas diminutas de sus
ataúdes. Y en esos ataúdes empiezan a latir los corazones y empiezan a moverse
las patas que llevan meses sin vida. Los muertos despiertan. A medida que el
barro solidificado se ablanda, las ranas resuenan nuevamente alegres y
exultantes bajo la bóveda del cielo.
—¿En qué creo? Creo en esas ranas diminutas.
El Dulgannon y sus marismas son reales, las ranas son reales. Existen
independientemente de que yo les hable o no a ustedes de ellas,
independientemente de que yo crea en ellas.
Es debido a la indiferencia de
esas ranas diminutas hacia lo que yo crea (lo único que quieren de la vida es
la oportunidad de engullir mosquitos y cantar; las ranas macho, que son las que
cantan más, no cantan para llenar el aire nocturno de melodías, sino como forma
de cortejo, a cambio de la cual esperan ser recompensados con orgasmos, o la variante
batracia de los orgasmos, una y otra vez), es debido a su indiferencia hacia mí
que creo en ellas”.
La declaración de esta escritora
es una alegoría de la vida que se renueva en cada estación. Cree en lo que no
se molesta en creer en ella.
Para darle un sentido a la vida tal
vez sería importante saber en lo que uno cree; y ya que nacimos y estamos viviendo
en este mundo podríamos darle un sentido a la nuestra. Acompañar a una amiga
moribunda es un gran sentido. Podrían haber tantos sentidos como personas hay
sobre la Tierra.
***
Cuál es tu tormento
Autor: Sigrid Nunez
Titulo original: What are you going
through
Traducción del inglés: Mercedes
Cebrián
Editorial: Anagrama
200 páginas.