Las gratitudes - Delphine de Vigan

Michka y Marie podrían ser madre e hija, pero no lo son. Las une, sin embargo, un entrañable lazo de cariño que han forjado a base de cuidados mutuos. El día en que Michka muere, Marie se pregunta si habrá sido lo suficientemente agradecida con esa mujer con quien se siente tan en deuda. Michka, por su parte, también tiene la necesidad de agradecer. En este caso, a la pareja que, siendo ella una niña de seis años, la salvó de ser deportada junto a sus padres en la guerra. Esta novela, propone dos grandes temas. Por una parte, este que les acabo de mencionar, la necesidad de agradecer a quienes nos han cuidado y querido cuando más lo necesitábamos. Y, por otra parte, la vejez y el inexorable declive de las capacidades físicas y mentales que esta etapa de la vida conlleva.

Las gratitudes es un libro delicado, del que no quisiera revelar nada más, les comentaré mejor algunas ideas sueltas que me vinieron a la mente mientras lo leía.

Este libro comienza con unas preguntas que me pillaron un poco desprevenida y me remecieron. Son preguntas en apariencia sencillas, pero que al ser formuladas rompen una especie de inercia vital:

 "¿Os habéis preguntado alguna vez cuántas veces al día dais las gracias? Gracias por la sal, por la puerta, por la información.

Gracias por el cambio, por el pan, por el paquete de tabaco."

 

Entonces me puse a pensar en todas esas cosas que están ahí desde siempre y que por evidentes no reparamos en que alguien, que no somos nosotros, las inventó, las fabricó, las hizo disponibles para nuestra comodidad.  

 Deberíamos agradecer por ellas, pienso. Deberíamos agradecer, por ejemplo, por el techo de la casa que nos cobija, por las cerchas que lo sostienen, por los clavos, por el martillo que usamos para fijar los clavos. Alguien hizo todo eso, alguien extrajo los materiales y los fabricó. Sigo mirando a mi alrededor y me doy cuenta de que también deberíamos agradecer por la estufa que nos calienta, por el colchón blandito donde dormimos, deberíamos agradecer por la cama. También, por el aparato que entibia el agua con que nos bañamos. Por las cañerías y por la grifería que conduce el agua desde la cordillera hasta nuestra casa. Por casi todo, la verdad. A veces creemos que porque pagamos por esas cosas y los servicios que alguien nos presta no le debemos nada a nadie. Ahora creo que esa actitud está equivocada. El dinero solo no alcanza a pagar el valor de las cosas que están a nuestra disposición. Y todo, todo, casi todo se lo debemos a otros.

 Somos una red, la humanidad es una red. Es más, la humanidad y la naturaleza son una red interdependiente. Creo que agradecer es el verbo que más deberíamos conjugar cada día a cada rato.

 Pero el libro de De Vigan no trata de la gratitud por las cosas que tenemos, sino de la gratitud que le debemos a quienes nos han ayudado en nuestra vida.

“¿Os habéis preguntado alguna vez cuántas veces en la vida habéis dado realmente las gracias? Unas gracias sinceras. La expresión de vuestra gratitud, de vuestro agradecimiento, de vuestra deuda.

¿A quién?

¿Al profesor que os abrió la puerta al mundo de los libros? ¿Al joven que intervino cuando os agredieron en la calle? ¿Al médico que os salvó la vida?

¿A la vida misma?"

 

Mientras escribo estas palabras, me doy cuenta de que la literatura de Delphine De Vigan pone en movimiento o más bien cambia la trayectoria de una vida que se mueve en la inercia. Su libro me hizo mirar de otro modo las acciones cotidianas, valorarlas de otra manera, aunque solo sea por el instante en que lea sus páginas.  

Me sucedió también con el párrafo en que Michka cierra por última vez la puerta de su departamento, consciente de que es la última vez que lo hace. Ese capítulo, que es apenas una página, es como una varilla que agita el agua tranquila. Creo que si yo echara llave por última vez a la puerta de mi casa, pensaría en ese rayo de sol que se cuela por la ventana en el verano. La luz del verano es distinta a la que se cuela en el invierno. El rayo del verano golpea con fuerza las baldosas del piso, que hace revotar la luz en las paredes blancas e ilumina la habitación que la mayor parte del día está a oscuras. Hay algunas casas a las que no les llega tan directamente la luz del amanecer, por esto me siento afortunada. Si yo echara llaves por última vez a mi casa, y supiera que no hay más amaneceres posibles, quisiera llevarme en la retina ese rayo de luz.   


Las gratitudes

 Autor: Delphine De Vigan

Titulo original: Les gratitudes

Traducción: Pablo Martín Sánchez

Editorial: Anagrama

175 páginas.


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