Los sorrentinos, de la escritora argentina Virginia Higa. Texto leído el 6 de diciembre de 2022
Esta novela está protagonizada por los Vespolini, una familia de
italianos que se establecieron en Mar del Plata, Argentina, a principios de
1900. Los herederos de estos primeros napolitanos eran cinco hermanos, el menor
de los cuales era el Chiche Vespolini, quien había heredado la Trattoria
Napolitana.
En mi mente, esta historia es contada por una narradora, la que poco a
poco nos va introduciendo a las suaves y exquisitas masas preparadas con recetas
inigualables: ravioles, agnolottis, tortellinis, tagliatelles, pappardelles y,
por su puesto, sorrentinos. Los verdaderos, eran una pasta que “no tenía el
borde de masa de los pansotti, ni el relleno de carne de los agnolotti, ni
llevaba ricota como los cappelletti. Eran una media esfera con cuerpo, hechas
con una masa secreta, suave como una nube, rellena de queso y jamón”.
Las pastas eran preparadas y servidas en las mesas de esta trattoria
por los personajes más entrañables que puedan imaginar, partiendo por el propio
Chiche, sus hermanas, sobrinos y amigos. Los Vespolini usaban un catálogo de
palabras propio, que la narradora se encarga de mostrarnos cariñosamente. A medida
que aparecen los personajes, vamos accediendo a su mundo particular, y
acompañados de las pastas, vamos entendiendo las palabras que usan: qué es ser
una catrosha, —que no es lo mismo que ser un catrosho—, o a quién se le llama chinaso o chinasa, o lo que
es la mishadura o quienes son las sciaquadas.
Para mí, este es un libro delicado y de sabor suave y cremoso como un
plato de sorrentinos.
Esta
es la primera novela de Virginia Higa, está dedicada a su familia, y lleva como
epígrafe una cita del libro de Natalia Ginzburg, Léxico familiar: "Esas frases son nuestro latín".
Que la inspiración de este libro sea el de Natalia Ginzburg es muy
significativo para mí. Recuerdo que la primera vez que leí
Léxico familiar, lo hice en un libro prestado, y devolverlo
me generó un vacío en el estómago. El hueco dejado por este hecho lo tuve que
rellenar comprando mi propio ejemplar, para poder releerlo cuándo y cuántas veces
quisiera, y para luego prestárselo a mi hermano, pues estaba segura de que le
gustaría. Mi intuición fue muy acertada, y él hizo lo mismo que yo, conseguir
su propio ejemplar luego de leer el que yo le había prestado.
Una vez que mi hermano lo
terminó de leer nos juntamos a comentarlo, y nos reímos mucho con el padre de esa familia y de las ocasiones en que usaba la palabra
"palurdos". Para el padre de Natalia Ginzburg palurdos eran: "...las
personas que se comportaban torpe y tímidamente, las que vestían de forma
inapropiada, las que no sabían montañismo y las que no sabían idiomas... La
gama de palurdeces era muy amplia. Llamaba palurdez a ir con zapatos de ciudad
a las excursiones al monte, al entablar conversaciones, en el tren o por la
calle, con un compañero de viaje o con un transeúnte, a hablar con los vecinos
desde la ventana, a quitarse los zapatos en el salón y calentarse los pies en
el radiador, a quejarse de sed, de cansancio o de rozaduras en los pies durante
las excursiones al monte y a llevar a ellas comidas grasientas y servilletas
para limpiarse los dedos".
Léxico familiar debe ser uno de los libros
que más veces he leído en la vida, junto a 84, Charing Cross
Road de la norteamericana Helene Hanff y Sostiene Pereira de Antonio Tabucchi. De hecho, Sostiene Pereira, lo leí todos los veranos durante diez años y no recuerdo por qué dejé
de hacerlo, pero no sería una mala idea volver a retomarlo. Me pregunto por qué
he leído tantas veces estos libros, y no otros, y puedo esbozar una respuesta,
es porque me inspiran, me insuflan aire para vivir. Sin dureza, afirman en sus
páginas una ética para que yo pueda caminar junto a ellos.
En la contratapa de Los sorrentinos, Virginia Higa, dice lo siguiente: "Léxico familiar, me abrió los ojos, me hizo ver que se podía contar una historia
familiar de una manera distinta".
Entonces, ¿qué es esta declaración sino la inspiración para poder
escribir este libro que acabamos de leer?, aunque una inspiración un poco
distinta a la que describí anteriormente. Tal vez no sea su aire para vivir,
pero sí un soplo, una manera, una guía para poder sacar esta historia y
conectarse con su propia gente, con su tribu.
Me gustaría terminar este comentario con una cita que colgué en el WhatsApp
el otro día, una cita obtenida de la columna de la escritora Elvira Lindo en El País. La frase la ocupa para hablar de otro tema,
en otro contexto, pero que a mí me sirve ahora para mostrar lo que puede hacer
la literatura con las personas. Ella dice: "...eso me hace pensar en que
la literatura es ese territorio salvaje donde la conexión entre quien escribe y
quien lee es misteriosa y, en cierto modo, inexplicable...". Yo añado a eso:
es tan salvaje y tan inexplicable que puede dar vida a algo que antes no
existía, puede, por ejemplo, hacer nacer un nuevo libro.
Los sorrentinos
Editorial: Laurel
164 páginas.