Cosas pequeñas como esas de la escritora irlandesa Claire Keegan, texto leído el martes 29 de noviembre de 2022

 

En la solapa posterior de este libro hay una fotografía de una hermosa placa de bronce que lleva esculpida sobre relieve las siluetas estilizadas de diez figuras humanas. La placa lleva un texto que traducido al español dice: "Para las mujeres que trabajaron en las Lavanderías de la Magdalena y para los niños nacidos de algunos miembros de estas comunidades. Hay que reflexionar acá sobre sus vidas". Esta placa se encuentra en St. Stephen's Green Park, en Dublín. Y si bien, Claire Keegan dedica este libro a esas mujeres y a esos niños anónimos que padecieron en estas instituciones en Irlanda entre los siglos XVIII y mediados del XX, la escritora nos advierte que el libro es una entera ficción. El protagonista, Bill Furlong, no es un personaje inspirado en un ser humano de carne y hueso, aunque me gustaría que lo fuera.

El señor Furlong no tuvo un comienzo muy auspicioso en la vida, hijo de una madre quien lo tuvo a los dieciséis años con un hombre de quien no se sabe nada, trabajaba al servicio de la señora Wilson, quien lo protegió y guió hasta que fue un hombre, se casó y formó un hogar ejemplar.

No quiero entrar en más  detalles para no aguar la fiesta a nadie que todavía no lo haya leído, pero lo que sí voy a decir aquí es que el señor Furlong, a pesar de las dificultades iniciales, se convirtió en un hombre de bien que en un momento debe demostrarse a sí mismo cuán de bien es.

El tema sobre el que me gustaría poner el foco en esta oportunidad es en el de la valentía. Ser valiente en el contexto de esta historia significa ir contra lo establecido, hacer lo que debemos hacer, no por nuestro propio bien, sino por el bien de un otro. Dejar la cómoda vida y exponernos a los desafíos que esta nos imponga siguiendo nuestro más íntimo impulso amoroso.

El narrador que cuenta esta historia nos lo muestra así:

"A medida que avanzaba y se topaba con más personas que Furlong conocía y que no conocía ni reconocía, se preguntó qué sentido tenía estar vivo sin ayudarse los unos a los otros. ¿Era posible seguir adelante a lo largo de todos los años, de las décadas, de toda una vida, sin ser lo suficientemente valiente como para ir en contra de lo establecido ..."

Claire Keegan sitúa temporalmente Cosas pequeñas como esas a comienzos del invierno, cuando la gente calienta sus hogares con leña y el humo sale por las chimeneas. Los copos de nieve cubren los techos de las casas, hay frío, hay pobreza, la gente moja sus ropas, pero no alcanza a secarlas. Bill Furlong trabaja en el depósito de carbón y madera del pueblo, repartiendo la leña que calentará los hogares.

El invierno en el hemisferio norte, en este caso en Irlanda, es época de navidad, tiempo en el que los gestos que hacemos o no hacemos resuenan con un timbre especial. Hasta hace una semana mi historia favorita de navidad era el cuento Un recuerdo navideño de Truman Capote, y hoy he podido añadir otra a mi lista. Es una pequeña novela, o mejor dicho, esta pequeña novela breve, que no es pequeña por su valor sino porque es hermosa.  

El relato de Capote aparece en los Cuentos Completos de la Colección Compactos de Anagrama. Escrito con la maestría de Capote, con ese don para la escritura que Dios le dio cuando también le regaló el látigo para darla a luz. En este cuento, a Buddy y a la prima de Buddy, una mujer que cuando él tenía siete años ella tenía sesenta y tantos, les gustaba preparar tartas de fruta para regalárselas a los amigos. La última vez que se vieron prepararon treinta tartas, ¡treinta tartas!, y cortaron su propio árbol de navidad. Ellos se adoraban tal y como un huérfano puede adorar un hogar. No se los voy a contar ahora para que lo busquen y lo lean, pero les aseguro que les será inolvidable.

A partir de esta semana tengo un héroe más en mi larga lista de héroes: Buddy, su prima, cientos de otros que en estos momentos no recuerdo y Bill Furlong.

Creo que lo que nos propone Claire Keegan al escribir esta ficción es un ejercicio de la imaginación. Pensar lo bueno, lo deseable, lo que puede ser capaz de insuflarnos aliento vital. Hacer lo que debemos hacer sin importar las dificultades que vendrán, porque casi siempre vienen, y seguir a ese insensato corazón que llevamos dentro.


Cosas pequeñas como esas

 Autor: Claire Keegan

Titulo original: Small Things Like These

Traducción: Jorge Fondebrider

Editorial: Eterna Cadencia

96 páginas.


Entradas más populares de este blog

Texto inicio temporada 2025

Cuentos completos, de James Salter

Cuál es tu tormento, Sigrid Nunez