Sergio Larraín, la foto perdida de la escritora chilena Catalina Mena, texto leído el martes 5 de julio de 2022

Sergio Larraín, la foto perdida puede leerse como un intento de la periodista y sobrina del fotógrafo, Catalina Mena, por objetivar el mito de un tío que era una presencia misteriosa y fantasmagórica en su recuerdo. Este libro nos da la oportunidad perfecta para volver a mirar las fotografías de Sergio Larraín y descubrir en ella una profundidad en la que antes no habíamos reparado.

¿Es necesario conocer la biografía de un artista para admirar su obra? Ciertamente no, pero en este caso, los datos biográficos que nos entrega su sobrina nos permiten conocer el ángulo desde el cuál el artista apunta su lente y descubrir lo que posiblemente le interesa o anda buscando.   

Hace algunos años, compré un libro que tiene una selección de las fotografías de Sergio Larraín. Esas imágenes me han enseñado a mirar. Algunas de ellas, sobre todo las que muestran las aldeas del Cuzco o Machu Pichu me parecen extraordinariamente bellas, y no sé por qué. Me impresiona como captan la solidez de las rocas. Me gusta especialmente esa en que una acequia revestida de piedras se apodera de arriba a abajo de la imagen de una ciudadela construida también de moles de granito; y donde la únicas cosas blandas que se ven son una niña corriendo y unas personas haciendo vida fuera de esas fortalezas. Esa fotografía me muestra dos energías contrapuestas: una es dura e inerte (las piedras), la otra es blanda y llena de vida (los seres humanos que allí aparecen).

A propósito de ellas, pienso que solo los seres humanos somos tan frágiles que nos podemos dañar.

Hay otras fotografías que me sobrecogen, como por ejemplo las que capturan los rostros de esos niños de la calle. Sucios, pobres, indigentes. Hay sobre todo uno, que tiene unos ojos y una sonrisa tan dulce que es como si tratara de decirme: Yo también soy tú. En estas fotografías, también veo contrastes: sus ropas sucias, sus caras sucias, sus manos sucias y la mirada y la sonrisa perfectamente limpia, clara e inocente.

Me sorprende como hay una correspondencia tan exacta entre su fotografía y su vida. Donde esta relación se da tanto en los objetos que elije como en la composición de la imagen que logra. En ese sentido es un fotógrafo transparente, honesto. Philippe Séclier en el libro que se llama "El camino de Tulahuén" dice: "Jamás había visto fotos parecidas: melancólicas, inclinadas, en desequilibrio permanente, oscilantes entre la vigilia y la sospecha, entre la oscuridad y la sombra.", refiriéndose a las fotografía tomadas por Larraín en Londres durante el invierno de 1958-1959, como si esos mismos adjetivos pudieran aplicarse al fotógrafo que las captó. Como si la fotografía de Sergio Larraín mostrara lo que tenía dentro de sí mismo.

Al igual que como muy bien lo expresa Catalina Mena, creo que Sergio Larraín amaba el mundo y, al mismo tiempo, se dolía de su podredumbre y corrupción. Y ese amor al mundo y ese dolor ante la miseria lo hizo alejarse de la fotografía, pero también de la sociedad en que le tocó nacer. Dejó la fotografía porque decía que a través de ella no podría cambiar el mundo. ¡Como si alguien pudiera cambiar el mundo de otra forma que no sea con su propio ejemplo!, lo que él finalmente hizo, trató de cambiar el mundo con su ejemplo.  

Una última relación que veo entre su fotografía y su vida es la siguiente: Las fotografías que realiza cuando ya está retirado a las soledades del desierto y el valle de Tulahuén son fotografías sin muchos contrastes, pienso que hay más armonía. Más complemento que contraposición. Por ejemplo: una ventana se deja a través de una puerta abierta.  

Su vida y su obra se construyen como respuesta a la historia familiar, como nos pasa a todos. No podemos desligarnos de esas primeras relaciones que nos formaron como personas, ya sea para tomarlas como ejemplos o como contra ejemplos. Para seguirlas o para no seguirlas.  

Sensible, idealista. Delgado y frágil como un pájaro. Sergio Larraín.   


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Sergio Larraín, la foto perdida

Autora: Catalina Mena

Editorial: Universidad Diego Portales

153 páginas.


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